Como ya comentamos en la entrada anterior, este relato tiene como protagonista a una niña de 4º curso de Educación Primaria de 11 años que vamos a identificar con el nombre de María a lo largo de esta historia. Esta niña estudia en un centro concertado, religioso y de iniciativa social, situado en el centro de la ciudad de Vitoria-Gasteiz.
El primer contacto que nuestra compañera tuvo con María, estuvo marcado por una falta de interés por su parte. A diferencia de los otros niños y niñas que estaban entusiasmados con su presencia, esta joven alumna apenas intercambiaba algunas palabras con ella y tan solo cuando esta empezaba la conversación.
El primer contacto que nuestra compañera tuvo con María, estuvo marcado por una falta de interés por su parte. A diferencia de los otros niños y niñas que estaban entusiasmados con su presencia, esta joven alumna apenas intercambiaba algunas palabras con ella y tan solo cuando esta empezaba la conversación.
Durante el tercer día de prácticas, presenció durante la hora de educación física un caso de violencia contra ella. Uno de
sus compañeros le empujó cuando subían las escaleras, estando a punto de tirar
a la menuda niña al suelo.
Pudo sujetarle, pero, cuando quiso hablar con el niño,
este se había marchado corriendo y al no verle directamente ni conocer bien al
alumnado no logró identificarle. Intentó que María le dijese quién le había
empujado, pero no consiguió que le contase nada. Registró un constante
encogimiento de hombros como respuesta a todas sus preguntas. Quiso saber si le
había sucedido algo parecido anteriormente, si la tutora o algún familiar sabía
lo que estaba pasando, etc.
Al no conseguir que le dijera nada, contactó directamente con la tutora, vamos a llamarla Ana, para informarle de lo que había
observado. En cuanto mencionó la situación a Ana, ella le pidió que estuviese
especialmente atenta durante los momentos en los cuales no había presencia del
profesorado, ya que ella sospechaba que estaba desarrollándose una situación de
bullying contra María.
Acto seguido le explicó que los problemas familiares
de la niña habían condicionado mucho sus relaciones sociales. María había
pasado la mitad de su infancia con una familia que la maltrataba físicamente.
Cuando los padres perdieron la custodia de su hija, María fue acogida por otra
familia. Esto había sucedido hacía seis años. Actualmente estaba con una
familia que la cuidaba y que procuraba apoyarla para que, pese al sufrimiento
que había vivido, pudiera llevar una vida lo más digna posible.
Sin embargo, acostumbrada a ser golpeada y a no
responder en consecuencia, a no alimentarse correctamente, a no relacionarse
con gente de su edad y a no expresar nunca sus sentimientos, la integración
está siendo complicada. Tiende a relacionarse a través de los gritos, muestra
ciertas dificultades de concentración y atención, se comporta de manera
egoísta, no comprende el concepto de espacio personal, y es blanco de todos los
desahogos de los de la clase, ya que la reacción de María es mínima ante el
sufrimiento.
Sus compañeros y compañeras no son conscientes de la
dura situación de su compañera y la someten a constantes burlas y agresiones
tanto físicas como verbales.
Para
comprender mejor la situación hay que entender cómo está compuesto el grupo. Es
un grupo mixto formado por 14 chicas y 11 chicos. Existen, como es natural,
diferentes realidades familiares (familias nucleares y no nucleares). Los
lugares de nacimiento son variados así como las realidades culturales. Por otro
lado, todos los alumnos y alumnas tienen residencia en Vitoria-Gasteiz o en
pueblos colindantes.
Las
capacidades e inteligencias desarrolladas dentro del centro son diferentes. Hay
educandos en aulas de desarrollo de altas capacidades y otros en aulas de apoyo
educativo.
- Alumnos y alumnas en la Unidad de Psiquiatría Infantil.
- Niños y niñas con necesidades educativas especiales.
- Perfiles lingüísticos variados.
- Sociograma (grupos de amigos y amigas cerrados, clara tendencia de separación sexual).
- Nivel socioeconómico medio-alto.
En nuestra opinión, el mayor problema radica en la
falta de comprensión y comunicación entre ella y sus compañeros y compañeras.
SOLUCIONES
Parece una situación complicada, pero Ana ha empezado
a tomar medidas desde principio de curso y ha ido incorporando nuevas dinámicas
desde que nuestra compañera informó de la agresión. Actualmente, después de cada recreo la tutora
realiza un teatro en el cual representa un problema de la clase. Tiende a
elegir como víctimas a los agresores y destaca el rol de los observadores
preguntándoles qué es lo que haría al ver esa situación. Profundiza en los
sentimientos que pueden tener las víctimas para que los agresores se pongan en
la piel de los agredidos y desarrollen la empatía. Además, en cada tutoría se
hace un análisis de los conflictos que se han dado a lo largo de la semana.
En el aula hay un mural de los sentimientos en el cual
cada alumno o alumna pone su figura en el área de sentimientos con el que se
asocia ese día. Ana pasa todos los día y pregunta a los alumnos/as que se
sitúan en un sentimiento relacionado con algo que les hace sufrir (ansiedad,
miedo, enfado, tristeza, ...).
Otra dinámica relacionada con los sentimientos es un
juego que realizan al final de algunas clases con Ana. En ella tienen que,
siguiendo el ritmo de una canción, decir un sentimiento sin repetir los dichos
anteriormente. Debe ser dinámico y espontáneo.
El aula cuenta con un área de resolución de problemas,
en la cual los protagonistas y mediadores son los alumnos. Existe una pauta
para el proceso. Lo primero es expresar sus sentimientos respecto al conflicto
y respetar al compañero o compañera mientras habla de cómo se siente (sin
interrupciones, faltas de respeto, justificaciones). Resalta la importancia de
la escucha activa y la expresión libre de los sentimientos. Tras comprender por
qué cada participante en el problema se siente ofendido u ofendida se procede a
la negociación. Se preguntan qué pueden hacer para evitar el sufrimiento de su
compañero o compañera y acuerdan una acción de ayuda cada participante.
Finalmente, vuelven a integrarse en la clase tras una muestra de afecto
(abrazo, beso, etc).
Otra de las dinámicas puestas en marcha en la clase en
la llamada “Bandera personal”. La tutora dibuja en la pizarra una forma
sencilla que tenga relación con uno de los alumnos. Habla con ese educando en
cuestión y acuerdan que cada vez que él o ella haga una acción determinada
(elegida por la tutora) se sumará un punto a su figura. Cuando alcance el
número diez, la tutora realizará una bandera para ese niño o niña y lo colgará
al final de la clase. Por ahora no sabemos cual ha sido asignada a María, ya que cuando
fuimos a visitar el aula acababan de poner en marcha el proyecto y solo había una
bandera. Hemos omitido que la propiedad de las banderas es secreta por lo que los
únicos que saben lo que tienen que hacer para conseguir puntos son la alumna o
alumno y la tutora.
Por otro lado, Ana realiza dinámicas transversales y
diarias que no están focalizadas en este caso, pero sirven de soporte para
enmarcar las demás:
- Dinámicas
de relajación y activación diarias.
- Potenciación
del trabajo en grupo.
- Premios
por buen comportamiento.
- Dinámicas para desarrollar la empatía, reflexiones críticas sobre la
realidad del aula, etc.
Ana le pregunta todos los días sobre el almuerzo a
María y si lo trae abraza a la niña y la felicita.
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